A otro perro con ese hueso

Nada relevante, arrellanada en un sillón jugando Languinis, una fregaderita que me encontré en la tienda de Apple; mi padre en su cuarto, tele prendida, volumen alto:

—¡Veeeen a veeeer!
—Pérame, ahí voy.

En un par de minutos:

—¡Veeeeen a veeeeer!
—Voooy (chale)…

Segundos:

—¡Veeeeeeen a veeeeeeer!
Ciao Languinis.

Españoles que de repente dejan todo y cambian de vida. ¿Qué se sentirá?, ¿qué los impulsa?, ¿por qué y para qué hacerlo o no?

Una dama porque se sintió Karen Blixen, rol que Meryl Streep adoptó en Memorias de África (1985); otros, una pareja, porque sorbieron la belleza de la reserva Masái Mara y le entraron a los safari; uno más, dizque de 42 años, porque quedó fascinado con los paisajes y la fauna y atiende un hotel a la orilla del mar.

¡Qué belleza!, colores profundos de los cielos de la selva y el desierto, contrastantes los de la tribu Masái con el tono oscuro de sus hombres y mujeres, rojos atardeceres que parecen incendiar el firmamento, cientos de verdes, amarillos de arena extendidos hasta el infinito.

Algún día lo veré...
Algún día lo veré…

Se antoja decir “a otro perro con ese hueso”: rodearse de negros con rostros hermosos, patas de chichicuilote y dientes de marfil, además de encararse (es un decir) con leones, elefantes, jirafas, hipopótamos, cebras, ñus, rinocerontes.

tribu masai

—Vámonos a Kenia, padre. Mira, vendemos todo y allá ponemos un hotel boutique de seis cuartos para que tú lo atiendas. Yo le entro al rollo de los safari. Ja ja ja, ya me imagino, después de haber tenido cáncer de piel y con mi característica paranoia… Saldría hasta que el sol cayera y no habría forma de dejar mis bloqueadores solares. Pero sí me gustaría conocer África, ¿sabes? Imagínate, salir del ruido y la contaminación eternos, sin cables ni espectaculares, sin descabezados ni muertos, abandonada a la sorpresa de lo desconocido.

Enorme porción a la que somos ajenos, nos toca un pedacito de vida y más nos vale acoplarnos a él, a un pedazo donde hoy caben las indiscretas selfies cuando a ellos, los Masái, cada disparo les roba un trozo de alma.

Hasta pronto.