Hoy, de plano, no sé qué escribir. Ya pensé en una niña llorona, en un pingüino nostálgico, en un verso de César Vallejo, en una pared amarilla, en mi hermana, en la casa de mi infancia, en una tía que acaba de morirse muy sola, en el paso del tiempo, en el amor (¿será?), en el futuro (que no existe), en que tal vez me gustaría no ser yo, en que hay reencuentros que nos devuelven cachos de nuestra historia, en mi compromiso de sillón a sillón. Por este último me obligué a subir las escaleras de caracol, a sentarme frente a la computadora y a teclear… casi lo que fuera.
Ahora entiendo por qué les puse retazos a estos fragmentos de vida que se quedan sin aliento.
Me ha encantando, felicidades, estoy mirando tu blog.
Te invito a que por favor pases por mi blog.
¡Un saludo!
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¡Gracias! Claro que me daré una vuelta por tu blog. También recibe saludos de este lado.
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Chiquito pero picoso. La retazeadora tiene la muy poco común cualidad de la profundidad.
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Es bonito pensar que quieras pensar en tu hermana 🙂 jiji
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