Si alguien fue amor, Inés, corderito de mi madre y acicate de mi padre. Pequeña de risa fácil, punching bag de mi adolescencia, receptora silenciosa de mis besos y mis babas.
Fugaz tesoro de apenas seis años, el universo completo en un par de ojos grises y rasgados. Ahí, entre pestaña y pestaña, alentó sus sueños, pensamientos, deseos, alegrías y tristezas.
Hoy, si el cálculo parte del número 365, acumula 10,950 días. Pasajera volátil, fantasmal, un sueño casi impalpable que se esfumó en el hospital un 7 de febrero, solas mamá e hija.
Allá, aquí, acullá, dondequiera que sea, ¿están juntas? La pequeña a 30 años y la mayor a cerca de tres.
Sólo un recuerdo lejano trae a Inés de vuelta, pero estuvo, la amé y la introduje , tal vez a su pesar, en mis monstruos.