¡Pásele, marchanta!

Vivimos, cual avestruces, inmersos en el consumismo, en una época abocada a crear necesidades. Lo atestiguan las cremas y procedimientos Anti-Aging, los concursos de «misses» que más bien son de cirujanos plásticos, las marcas, la moda —¡patéticas pasarelas infantiles—, la tecnología…

¿Neta es lo de hoy?
¿Neta es lo de hoy?

Hace años había una pequeña tienda de deportes frente a la glorieta de Masaryk, en la cuadra donde hoy está La Parrilla Suiza. Por lo general iba en busca de tenis y de unos shorts que tenían tres rayas de cada lado. Desde entonces me gustaba Adidas, aunque no me pasaba por la cabeza la tamaña influencia de una marca ideada por el empresario alemán Adi Dassler.

Dassler también equipó a atletas negros y judíos en la Olimpiada de 1928
Incluso equipó a atletas negros y judíos en la Olimpiada de 1928

¡Y los gadgets!
—Tu celular todavía sirve, ¿no?
—Sí, pero ya salió el 6.
—Ah, caray, ¿y qué novedades ofrece? ¿Ya te fríe un huevo en la pantalla?

Tengo un teléfono que hace monerías y bajo aplicaciones, aunque creo que ignoro su potencial. Eso sí, me siento sabelotodo cuando mi interlocutor es una persona de la “cuarta” edad… Uy, qué malcriada.
—Me parece padre esto de Uber, ya estoy pensando en usar el servicio.
—Si quieres te bajo la aplicación.
—¿¡Qué es eso!? ¿Me la bajas de dónde?
—A ver, calma, es un programita que pondrías en tu celular para pedir un taxi. ¿Quieres que lo haga?
El diálogo continúa, con altibajos, hasta que llegamos a la parte de…
—¿Cuál es tu contraseña de App Store?
—¿Contra qué?, ¿ap qué?
Caso perdido.

Al grano, madame, regresa y cuéntanos por qué iniciaste con el consumismo. Me «inspiró» la visita a Petco, tienda para mascotas que me dejó boquiabierta.

Petco

Supongamos que se trata de un perro. El susodicho necesita comer, beber agua, un collar, una correa, una placa con sus datos, algunos juguetes y harto apapacho. Habrá quien diga que también muere (el can) por tener dinosaurios, tiburones, huesos de todos colores y sabores, luchadores de sumo que chillan a mordidas, correas aderezadas con fregaderitas y todo un montaje de galletas y trufas que bien podría confundirse con la sección de golosinas de una tienda departamental.

¿A poco no?
¿A poco no?

En fin… Acepto, con la cabeza en alto, que si fuera la única clienta de algunas empresas las llevaría a la quiebra. Aplico la trilladísima frase Such is Life.

Hasta la próxima.

De perros y Super Bowl

Preludio

Mi madre iba todos los días a su café, un Emir que estaba en la calle de Euler, muy cerca de “El Puerto”, como le decía mi abuela a Liverpool aunque no hubiera una sola embarcación, ni cargas, ni agua.

Liverpool

Su Emir era “de a peso”, sobre todo si lo comparamos con los estarbuk, cielitos y puntas celestes donde hincan el diente so pretexto de la atmósfera, la permanencia voluntaria y los #lechesjarabesyshots que encarecen el producto a cambio de una ficción de caché y estatus.
—¿Me recuerdas tu nombre?
—Mejor te lo digo, porque es la primera vez que me paro aquí y no creo que lo recuerdes.

Microescenas

Vuelta al pasado, con mi progenitora, en un estarbuk:
—¿Ya viste, mi amor?, ¡un Cocker spaniel gigante!
Solté la carcajada.
—Madre, no es un Cocker spaniel gigante, es un Golden retriever.
Me burlé de lo lindo y hoy descubrí que las dos razas son spaniel, es decir, de caza.

Back to the Future, diálogo imaginario y factible, siempre y cuando el personaje hubiera sido mi mamá:
—Má, hoy es el Super Tazón.
—¿El súper qué?, ¿qué tazón?, ¿de café?

Pasado y presente

Me gustaba hacer deporte, en ese entonces era lo único que me permitía escapar de una niebla pertinaz que se había convertido en mi sombra: natación, basquetbol, voleibol, frontenis, squash, patinaje. Mi hermana se inclinaba hacia la vida apacible, bucólica y sedentaria. En la casa se daban diálogos como éste:
—Oye, ¿juegas basket conmigo?
—Ay, no.
—Porfa.
—No quiero, a mí no me gusta.
—Ándale, y te invito un sushi…
—Mmh, ta bien, pero un ratito, ¿eh?
Nótese, Perrita sobornable e interesada.

Yo no hacía tareas, llegaba de la escuela y de inmediato salía a mi tabla de salvación, una cancha de baloncesto de buen tamaño que mi padre me mandó hacer.

Ahora intento penetrar en esa cabeza paterna que logró ponerse en mis tenis: si a esta niña lo único que la saca de la obsesión es moverse, correr y brincar, quiero que algo le dé un poco de paz. Gracias a eso me pasaron de largo las drogas y el alcohol, sólo de vez en cuando maquinaba el suicidio.

tenis

Tiraba a la canasta incansablemente y desde todas las distancias. Estoy segura de que por eso llegué a destacar como jugadora, a competir en el equipo de la prepa y después en el de la universidad. Lo hice hasta que nos enfrentaron con los monstruitos de la Escuela Superior de Educación Física, mujeres rudas que se desempeñaban infinitamente mejor y que infundían pavor con la mirada. Ciao ciao, a otra cosa mariposa.

Fíjense que el deporte llegó a ser el tema ideal para tratar con el esposo de mi hermana, hablábamos de futbol americano, de basquetbol y un poco menos de béisbol. Confieso que llegué a ver el Monday Night Football y que rara vez me perdía los partidos de los Celtics y los Lakers.

Seguía a jugadores brillantes a quienes menciono según mis recuerdos y en absoluto desorden: Larry Bird, el rey de los tiros de tres puntos, Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, Marcus Allen, Dan Marino, Scottie Pippen, Kevin McHale, John Riggins, Julius Erving, Clyde Drexler y por supuesto al gran Michael Jordan.

El primero que tuve era de los Lakers, morado y amarillo
El primero que tuve era de los Lakers, morado y amarillo

Hoy nada más veo el tenis, sobre todo si juegan Federer, Sharapova, Djokovic y Williams, estos últimos campeones del Abierto de Australia. ¡Les cayó una lana, señores y señoras!

En fin, cuéntoles que la Perri casóse, volvióse ciudadana estadunidense y enfundóse el atuendo completo de los Broncos de Denver, ¡lo que nunca! Incluye chamarra, cachucha, playera e ignoro si también ropa interior.
—Ja ja ja, ¿qué te pasa, güey, desde cuando te gusta el Americano?
Obviamente lo hace por mi cuñado, acérrimo fan, y por mi sobrino.
—Ay, hija, a mí me da igual, pero qué quieres, aquí es parte de la “cultura”.
—¿Cultura? ¡Quién iba a decirlo, tú viendo el futbol americano y soplándote los partidos del Día de Acción de Gracias!

Creo que no incluye las variantes
Creo que no incluye las variantes

Canecilla inteligente, ahora aprovecha el fanatismo de sus allegados para organizar comidas, echar chorcha, beberse algunas copas de vino y darle la vuelta al Super Bowl, que según dicen es el “evento” más visto del año, no sólo por el abanico estratégico del juego sino por el espectáculo del medio tiempo, en el que robarán cámara doña Katy Perry y Mr. Lenny Kravitz.

Cuentan que en 2014 el Tazón superó los 112.2 millones de espectadores en Estados Unidos. Ay, güey, ¿en dónde más se paralizarán las actividades por «la gran fiesta del deporte norteamericano»? Este año un anuncio de 30 segundos cuesta 4.5 millones de dólares (repito, ¡ay, güey!)

http://www.latercera.com/noticia/deportes/2015/01/656-614826-9-el-lado-comercial-del-evento-mas-visto-del-ano-en-norteamerica.shtml

Yo digo que me da igual, pero miento. Quiero que ganen los Patriotas, por la simple y sencilla razón de que viví un año y medio en Rhode Island.

Bai de güey, el sedentarismo de la Perrita menor pasó al pretérito. He aquí el diálogo de moda, que excluye su arcaica bicicleta  estacionaria:

—¿Así que ahora le pegas al yoga caliente?

—Ay, sí, ¡me encanta!

—¿Por caliente?

—No, teta, porque hago una hora y media de ejercicio y sudo un chorro.

—¿Y hueles a chivo, como en nuestro viaje a Turquía?

—Ay qué poca, deberías probarlo.

And Doggy became a Sporty

¡A pegarle a los Halcones!
¡A pegarle a los Halcones!

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